viernes, 28 de diciembre de 2007

TODOS ESTAREMOS EN INTERLAGOS

NOTA: Artículo publicado en el Diario Marca el jueves anterior al Gran Premio de Brasil.


No me gusta Sao Paulo. Los únicos buenos recuerdos que tengo de esta ciudad descomunal y gris son los dos títulos de Fernando Alonso y las cenas con los compañeros en los típicos rodicios brasileños. Salvo esto, todo lo demás son atascos, malos olores, pobreza, disparos en los semáforos y un cielo permanentemente oscuro, una lánguida sensación de eterna tristeza que sólo pudo eclipsar Fernando en los dos últimos años con su éxito. Aquí ganar compensa los inconvenientes, pero creo que es el peor sitio posible para perder. No quiero que estas primeras líneas hagan pensar al lector que soy pesimista, pero he de confesar que desde que acabó la carrera en Shanghai mi cabeza no ha dejado de dar vueltas. Probabilidades, estadísticas, matemáticas… para un tipo de letras como yo esto es una terrible pesadilla. Sin embargo, una vez hechos los cálculos, trató de pintar con la imaginación cuál sería el decorado después de la carrera con todos los finales posibles. Y el gran problema es que no me gusta ninguno de ellos. Para nosotros el final con Fernando campeón sería, obviamente, el mejor. Sin embargo, los efectos secundarios serían terribles. La fiesta triste, las caras de casi todos largas, Fernando se marcharía casi inmediatamente y Hamilton probablemente utilizaría su tremenda habilidad mediática para encender los ánimos de muchos contra el español. Seguro que vendería algo así como que el título se lo ha llevado un traidor. Si gana Hamilton, los efectos secundarios serían menores. Todos tendrían más o menos lo que querían. Hamilton, su padre, Ron Dennis, la prensa inglesa… todos serían felices, el objetivo se habría conseguido y los récords y los titulares brotarían como hongos. Por la puerta de atrás del paddock Fernando se marcharía aún más rápidamente, terriblemente frustrado y tratando de contener la rabia. Con esa terrible sensación de impotencia que te da el comprobar que una conjura ha podido contigo. Pero hay otro escenario, otro decorado que me produce aún más terror, el que veríamos si el título se lo lleva Kimi Raikkonen. Si eso ocurre perderán todos, pero Alonso se llevaría la peor parte. Los dedos acusadores le apuntarían a él como principal culpable del desastre. Sin embargo, eso sólo sería una mentira más o una media verdad. Si eso ocurre todos serían culpables. Alonso, Hamilton y sobretodo, Ron Dennis. Juntos, con sus caprichos, con sus manías, con sus reacciones, con sus tensiones, con sus soberbias habrían alimentado al enemigo, le habrían dado alas, le habrían regalado el título y cerrarían el peor año de la historia de Mclaren con un batacazo vergonzoso.
Y lo malo de este Gran Premio es que no terminará el domingo. Cuando haya acabado la carrera y se evaporen las burbujas del champán, comenzará otra odisea para Fernando, la de decidir cuál será su futuro. A partir del lunes comenzarán las conversaciones para liberarse ambas partes de sus condenas: Alonso de Mclaren y Mclaren de Alonso. Ninguno de los dos quiere continuar con el otro, pero como en todos los divorcios, además del desencanto y la desilusión, además de la ira y el odio habrá un terrible problema económico. Algunos patrocinadores presionarán para que siga Alonso, pero la situación creo que es irreconciliable. Y si se va, el gran problema es decidir a dónde. Con las puertas de Ferrari cerradas, al menos en 2008, las opciones de tener un coche competitivo el próximo año es sólo una cuestión de fe. Creer y apostar por un equipo que te pueda dar lo único que Fernando quiere, un coche con el que poder ganar. A pesar de lo que muchos piensen, el dinero es lo menos importante. Ofertas no le van a faltar, de hecho estoy convencido que no hay un solo equipo en el paddock que no se haya interesado por él, de forma diferente, con ofertas distintas, algunas absurdas, otras atractivas, pero todos quieren contar con el mejor piloto del paddock. El problema es que Fernando no puede atarse porque sigo pensando que a pesar de la renovación de Massa, la puerta de Ferrari sigue entreabierta. Este último coletazo de Jean Todt para beneficiar a su hijo Nicolas (manager de Massa), puede no ser suficiente. En Italia saben que Luca Cordero de Montezemolo admira a Fernando y que puestos a elegir no hay color entre él y el brasileño. Habrá que esperar.
Hay muchas dudas en el aire, muchas incógnitas, mucha desazón, pero habrá que ir por partes. Y lo primero es la carrera del domingo. Fernando estará solo en la pista, pero al menos sabrá que todo un país estará empujando y sufriendo con él. Millones de españoles frenarán con él, trazarán las curvas como él y ganarán o perderán, reirán o llorarán igual que él. Fernando sabe que durante hora y media, sus problemas serán compartidos por toda esa gente que habrá aparcado los suyos. El domingo a partir de las seis, nadie se acordará de la hipoteca, ni de las notas de los hijos, ni de lo imbécil que es el jefe; el domingo a partir de las seis todos estaremos en Interlagos soñando que se abra un hueco en las nubes grises, que podamos ver de nuevo el sol y un cielo lleno de papelillos plateados.

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